Lágrimas Congeladas
salí de casa sola tras un miércoles ajetreado, tenía mil ideas en la cabeza, mil proyectos, mil libros que estudiar y ni una sola gota de fuerza. Cogí un taxi, pagué bastante dinero, llegué al aeropuerto y pedí un billete para el próximo vuelo a Londres, esperé varias horas
al día siguiente amanecía en Inglaterra. Cogí un tren y me dispuse a viajar al sur, cerca del mar. Pronto pude sentarme ahí, al lado del océano y mirar al horizonte; hacía frío y mucho viento, la gente no estaba por las calles y las nubes colapsaban los rayos de sol. Todo era precioso, las luces del muelle se encendían y la noche iba cayendo. Por la playa tan solo paseaban, a lo lejos, una pareja de ancianos con su perro. Me alegré de que estuvieran a larga distancia, una razón es que los perros me dan pánico, la otra razón es que no quería que nadie me viese llorar
No le había dicho ni a mis amigos ni a mi familia dónde estaba, mi móvil dentro de la maleta con la batería agotada, y yo sin intenciones de dar una señal de vida. Pero lo pensé mejor quizá ahora estarían preocupados, la empatía me invadió y me dirigí a un cibercafé que estaba asombrosamente abierto, con la intención de conectarme al Messenger. No pensaba hablar con nadie, pero en mi nick se podía leer el nombre que figura en mi DNI completo entre signos de interrogación, y junto a él no me busquéis, lo hago yo por vosotros
Sabía que mi vida dependía demasiado de la rutina que llevaba realmente no sabía en ese momento lo que significaba irse sin dejar rastro, dejar las clases, abandonar el estudio, abandonar mis promesas nunca dichas No estaba tan mal tampoco, mi vida era muy fácil, si estudias todo lo demás viene rodando, entonces ¿por qué huir?
Quizá, a medida que veía que esos sueños que me impusieron tener desde pequeña empezaban a llevarse a cabo a través de la elección de asignaturas optativas, a través del paso del tiempo y ver como tu cabeza se llena de salidas de carreras, asignaturas, facultades, amigos que empiezan y acaban cursos, y preguntas constantes sobre qué quieres estudiar quizá a medida que veía mi futuro más cerca, más lejos quería yo irme de él, cambiarlo por algo inesperado, algo que condicionará si en el 2020 estaré debajo del puente, o viviendo en la mansión más lujosa del centro de Nueva York.
La noche iba cayendo y cada vez hacía más frío, mis lágrimas parecía que iban a congelarse de un momento a otro, lágrimas congeladas Lloraba porque no sabía qué le estaba ocurriendo a mi mundo, lloraba porque cierta vez escribí algo que ha tenido más relevancia de la prevista en mi forma de ser. Porque me doy cuenta de cosas que no me gustaría saber, pero que una vez que las sé no puedo deshacerme de ellas. Tengo que usarlas para así cambiar algo de mi destino, y porqué no, del mundo. Ahora que ya sabía eso, no podía quedarme de brazos cruzados, seguir yendo a clase, estudiar, hacer exámenes como si no pasara nada, pasando por alto algo en lo que creo firmemente y que me desvela por las noches. Sabía que tarde o temprano, y después haber hecho la vista gorda ante muchas noches en vela, mi pasado carecería de sentido mi vida todo lo que hubiese hecho en caso de que no girase ya, ahora que lo sabía, el volante de ese vehículo que en línea recta me dirige hacia mi destino...
Esa era la razón de mi huída. A pesar de mi gusto por aprender, sigo inmersa en una corriente rápida y con un único final común, en la que puedo elegir ir en zigzag, haciendo eses o en línea recta pero no puedo elegir nada más.
Irme sin avisar, sin decir nada cambiarlo todo ahora. No sabía como, no sabía qué hacer. ¿Qué tiene de malo ser mendigo? Me preguntaba mientras veía a un hombre dormir bajo el toldo de una tienda de chucherías. ¿O qué tiene de malo viajar errante de sitio en sitio sin destino fijo tal cual hacía el personaje de Leonardo Di Caprio en Titanic?
Me voy al hotel, hace demasiado frío y necesito secarme las lágrimas, lágrimas congeladas en el tiempo lágrimas para recordar. Mañana será otro día, otro día en la intimidad, en la libertad de poder decidir. Ahora puedo elegir, haga lo que haga no me voy a equivocar, pero no sé lo que quiero. Estoy en un lugar precioso, la ventana tiene vistas al mar es todo muy grande, muy amplio. Da vértigo Tengo toda la inmensidad del mar ante mí y nadie impidiéndome nada. ¿Qué tiene esa rutina de especial? He huido de ella, estoy muy lejos, nadie a mi alrededor ¿No tengo sentimientos? Es posible que me ciegue el ansia de aventura. No tengo nada que olvidar, pero tampoco nada atándome fuerte realmente
Me voy a dormir, no sin antes despedirme de la luna, esta noche no me desvelará el hecho de que sigo la corriente esta noche solamente me desvelarán las dudas sobre mis propios límites.
No le había dicho ni a mis amigos ni a mi familia dónde estaba, mi móvil dentro de la maleta con la batería agotada, y yo sin intenciones de dar una señal de vida. Pero lo pensé mejor quizá ahora estarían preocupados, la empatía me invadió y me dirigí a un cibercafé que estaba asombrosamente abierto, con la intención de conectarme al Messenger. No pensaba hablar con nadie, pero en mi nick se podía leer el nombre que figura en mi DNI completo entre signos de interrogación, y junto a él no me busquéis, lo hago yo por vosotros
Sabía que mi vida dependía demasiado de la rutina que llevaba realmente no sabía en ese momento lo que significaba irse sin dejar rastro, dejar las clases, abandonar el estudio, abandonar mis promesas nunca dichas No estaba tan mal tampoco, mi vida era muy fácil, si estudias todo lo demás viene rodando, entonces ¿por qué huir?
Quizá, a medida que veía que esos sueños que me impusieron tener desde pequeña empezaban a llevarse a cabo a través de la elección de asignaturas optativas, a través del paso del tiempo y ver como tu cabeza se llena de salidas de carreras, asignaturas, facultades, amigos que empiezan y acaban cursos, y preguntas constantes sobre qué quieres estudiar quizá a medida que veía mi futuro más cerca, más lejos quería yo irme de él, cambiarlo por algo inesperado, algo que condicionará si en el 2020 estaré debajo del puente, o viviendo en la mansión más lujosa del centro de Nueva York.
La noche iba cayendo y cada vez hacía más frío, mis lágrimas parecía que iban a congelarse de un momento a otro, lágrimas congeladas Lloraba porque no sabía qué le estaba ocurriendo a mi mundo, lloraba porque cierta vez escribí algo que ha tenido más relevancia de la prevista en mi forma de ser. Porque me doy cuenta de cosas que no me gustaría saber, pero que una vez que las sé no puedo deshacerme de ellas. Tengo que usarlas para así cambiar algo de mi destino, y porqué no, del mundo. Ahora que ya sabía eso, no podía quedarme de brazos cruzados, seguir yendo a clase, estudiar, hacer exámenes como si no pasara nada, pasando por alto algo en lo que creo firmemente y que me desvela por las noches. Sabía que tarde o temprano, y después haber hecho la vista gorda ante muchas noches en vela, mi pasado carecería de sentido mi vida todo lo que hubiese hecho en caso de que no girase ya, ahora que lo sabía, el volante de ese vehículo que en línea recta me dirige hacia mi destino...
Esa era la razón de mi huída. A pesar de mi gusto por aprender, sigo inmersa en una corriente rápida y con un único final común, en la que puedo elegir ir en zigzag, haciendo eses o en línea recta pero no puedo elegir nada más.
Irme sin avisar, sin decir nada cambiarlo todo ahora. No sabía como, no sabía qué hacer. ¿Qué tiene de malo ser mendigo? Me preguntaba mientras veía a un hombre dormir bajo el toldo de una tienda de chucherías. ¿O qué tiene de malo viajar errante de sitio en sitio sin destino fijo tal cual hacía el personaje de Leonardo Di Caprio en Titanic?
Me voy al hotel, hace demasiado frío y necesito secarme las lágrimas, lágrimas congeladas en el tiempo lágrimas para recordar. Mañana será otro día, otro día en la intimidad, en la libertad de poder decidir. Ahora puedo elegir, haga lo que haga no me voy a equivocar, pero no sé lo que quiero. Estoy en un lugar precioso, la ventana tiene vistas al mar es todo muy grande, muy amplio. Da vértigo Tengo toda la inmensidad del mar ante mí y nadie impidiéndome nada. ¿Qué tiene esa rutina de especial? He huido de ella, estoy muy lejos, nadie a mi alrededor ¿No tengo sentimientos? Es posible que me ciegue el ansia de aventura. No tengo nada que olvidar, pero tampoco nada atándome fuerte realmente
Me voy a dormir, no sin antes despedirme de la luna, esta noche no me desvelará el hecho de que sigo la corriente esta noche solamente me desvelarán las dudas sobre mis propios límites.
2 comentarios
Märu -
...
_gracias por el comentario
D v D -
Es lo mas bello q as escrito por que escribes sobre tu histora. sobre lo q te hace daño,pero ese daño es precioso.