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Soy una rosa marchita

Una rosa marchita, que se desvanece sobre la mesa. Esa mesa llena de libros, llena de bolígrafos, estuches, plumas... una mesa frente a una ventana infinita, tan rutinaria que roza el límite de la variación.
Y hoy estaba triste, esa ventana estaba triste, como yo, como la rosa roja curvada. El cielo estaba gris, y lloraba con lágrimas gélidas de nieve, lloraba tranquilamente, como yo lloro, sin que nadie apenas pueda apreciar que estoy llorando, dejando tan sólo la esencia de la tristeza.
De fondo, una música ilimitada, mis Apocalyptica, mi pequeño apocalipsis de violonchelos. Música que sólo puedo escuchar en soledad, en tranquilidad, porque escuchar esa obra maestra sin silencio, sin tranquilidad, es insultante... Es música para escuchar en tristeza, sin ánimo de nada más que perderse entre dimensiones paralelas a la realidad.
¿Qué veo? ¿Qué se esconde tras todo esto? ¿Qué hay dentro de estas cuatro paredes? Sólo veo una rosa marchita, y una ventana triste y gris, y oigo música. Y todo lo demás está inexistente, no veo colores, no hay nada más, no veo animalillos de colores entre supuestos dibujos y fotografías en color. No veo nada de eso... no oigo nada más... aunque escucho mi mente, mis pensamientos, bueno, los oigo balbucear, porque no sé lo que dicen, porque no los comprendo, porque me matan poco a poco,y todo a mi alrededor me empuja hacia mi interior... hacia mi desenlace, hasta este pesar que me va consumiendo poco a poco, día tras día, semana tras semana...

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