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There´s only one thing you shold now... I´ve put my trust in you.

There´s only one thing you shold now... I´ve put my trust in you. Estoy leyendo un libro llamado Los renglones torcidos de Dios. Una mujer, un hospital psiquiátrico -o más vulgarmente denominado manicomio-, enfermos, médicos, y gente… en definitiva, al igual que en el mundo.

Y mientras leía diferencias entre psicosis y neurosis, definía con la palabra alopsiquíco el estado de desorientación espacio-temporal, plasmaba una nueva definición de la locura en mi mente –conflicto entre el yo real y el anhelado-, descubría cómo un ser sano puede llegar a matar y también innumerables enfermedades mentales que escapan al entendimiento de mi condición de simple estudiante de bachillerato… no pude evitar recordarme hace un mes.

El intento de recordarme es difícil, más de lo que parece, sé que llegué a pedir ir al psicólogo, y eso que siempre lo consideré prescindible. Ese es el único hecho que me certifica lo mal que lo pasé, mis recuerdos están difusos, inefables… incrustados dentro de un tiempo ya lejano, apartado de lo real, en un paréntesis de lágrimas. Los tengo escritos, eso es cierto, siempre puedo releer mis impulsos nerviosos… No quiero, no lo necesito, la razón se llama olvido.

No me da pena decir que me he querido suicidar, una persona que nunca se ha querido suicidar en serio no puede juzgar esa voluntad, hace ya tiempo dije que el suicidio comprensible es aquél que concuerda con una filosofía de vida. Hay suicidios y suicidios… unos causados por la finitud humana y otros que son efecto de ésta. Soy consciente de la cantidad de sentimientos que puede tener la gente hacia mí, pero no pido que nadie me critique, no creo que llegue a arrepentirme nunca de no haberme suicidado, pero tampoco me arrepiento de haberlo deseado. Es así de complicado…

Confieso que la psicóloga me recomendó ir a un psiquiatra cuando le dije esto del suicidio. Sí, me quiso mandar ahí, a que me recetara pastillas, pastillas para aumentar la cantidad de una sustancia que debemos de tener en el cerebro y que al parecer me faltaba. No sé cómo llegó a la conclusión de que lo mío era un problema endógeno. Por eso mientras leía el libro, he recordado eso, ¿y si hubiera accedido a ir al psiquiatra? ¿Qué podrían estarme haciendo? ¿Llegará realmente el día en que los demás decidan cómo debo de comportarme? ¿El día en que, sin razón alguna, pierda la cordura y decida ser uno más tras cruzar las puertas de ese peculiar infierno?

Espero que no, pero todas esas cosas suelen pasarse por la cabeza cuando lees algo con lo que en muchos aspectos te sientes identificada. No creo que la gente pueda asustarse en serio de lo que pasa por mi cabeza. En caso de que así sea, me daría pena no poder compartir un poquito de mí y un poquito de ellos. Los renglones torcidos de Dios, al igual que muchos otros libros similares, muestran que todas las personas por locas que estén son alguien, alguien digno de conocer, loco o no loco, cuerdo o no cuerdo, si todas las personas que conoces son como tú, lógicas, absorbidas por la mentalidad de una masa social en general, tu vida sería aburrida. A mi me da igual que crean que estoy loca, eso es simplemente una palabra, me preocupa que me traten como tal, al fin y al cabo yo solo soy alguien que quiere ser diferente, con toda sus consecuencias. De las personas diferentes se aprenden muchas cosas. ¿Recuerdas que yo estuve de voluntaria con retrasados mentales? Yo al menos sí lo recuerdo, y no se puede decir que fuera algo gratificante por lo mucho que les ayudé, fue más lo que todo aquello dejó en mí. ¡Adelante! Puedes decirlo, “Eres una egoísta, solo buscas tu propio beneficio aunque sea psicológico…” Lo soy, sólo pienso en crecer yo como persona, nunca me ha gustado ayudar a los demás de esa forma, distante, “yo estoy aquí para ayudarte” No… así no puedes ayudar a nadie, yo prefiero ayudar de igual a igual, no de monitor a alumno. Es estúpido, a pesar de que sólo lo notas en tu cabeza y no en los efectos que produce en esas personas… El caso es que eso es un universo paralelo, ahí sí que nadie te parece igual unos con otros, es lo más parecido a eso, a lo que se relata en el libro. Un lugar con gente físicamente y mentalmente diferentes, y de eso aprendes que no todo tiene que ser lo que se supone, se acerca a la normalidad.

La delgada línea de lo normal es tan hipócrita…

Finalmente, como puedes observar, sigo sana sin psiquiatras incluidos en mi agenda, sin pastillas que tomar, sin médicos donde acudir… Hubo un momento en que realmente creí que no podría flotar de nuevo, que necesitaría tomar algo que me ayudara. Me estaba rindiendo, era una carga tan pesada que me caía.

Hasta que caí en la cuenta de que yo era yo, todopoderosa sobre mi vida, sí, así es… es una palabra exagerada y extremista, pero para que sea efectiva debe de ser así. Y volví a creer en mi misma, y se me empezó a olvidar esa oscuridad que caía sobre mi misma desde hacía ya varios meses. Son etapas, son momentos, dulces pesadillas beneficiosas para crecer…

No voy a negarle las gracias a gente, gente que inconscientemente participa en esa mejoría, gracias, gracias, ¡gracias!…

Estos días son demasiado confusos… es Junio, hay exámenes, hay mucha gente alrededor. Yo finalicé mis exámenes esta semana, no es el momento oportuno de opinar sobre ellos...

“No hay nada tan dulce como el sutil indicio de que todo va bien… Nada tan desconcertante como desconocer qué ocurre fuera de lo que conoces y que te afecta directamente en el centro… Nada tan intrigante como la música que suena cuando comienzas un proyecto… Nada tan elevado como el sentimiento de la seguridad… Nada como las experiencias, nada como el pasado… Nada como que el presente se balancea en un pasado y confía ciegamente en el futuro… Nada como cuando alguien surca tus pensamientos… Nada como dormir eternamente soñando en tu paraíso particular…”

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Anónimo -